Por Macarena Cea
Subdirectora de Investigación Aplicada Centro de Políticas Públicas UC
La experiencia 100 chilenos fue una apuesta. Reunir a cien compatriotas distintos, diversos y representativos de nuestro territorio a conversar sobre cómo recuperar la confianza e idear propuestas para ello, fue un acto inédito y sin precedentes. Ese sábado 8 de abril, en Las Majadas de Pirque, hubo un plan y una metodología, para lograr ese encuentro, pero poco sabíamos del resultado ni menos de la disposición de esos cien individuos para trabajar en conjunto. Nos llevamos la más grata de las sorpresas y un gran aprendizaje: pese a las diferencias existe una empatía hacia el otro y los espacios de participación real son fundamentales para que las personas confíen, tanto en el mundo público como en el mundo privado. La participación es un fin en sí mismo, para construir confianza.
La política pública apuesta por solucionar problemas que recaen sobre personas comunes y corrientes. Este último tiempo se ha hablado de los problemas “malvados”, pero ¿por qué malvados? Porque son problemas muy difíciles de solucionar debido a su “multi-causalidad”, tienen relación con varios sectores a la vez y de manera entrelazada. Así, el aumento de complejidad de nuestra sociedad hace que se requieran soluciones más exigentes e innovadoras.
En 100 Chilenos las personas muchas veces manifestaron no entender la burocracia del Estado, ni como este funciona, decide y prioriza los asuntos a tratar. Luego de revisar con detención lo que nos dijeron ese día, pudimos notar que la gran mayoría apelaba a un Estado capaz de dar soluciones concretas y conectadas con las dificultades cotidianas de cada uno. Por otra parte, la principal sensación de molestia hacia el aparato público tenía que ver con su opacidad y la desarticulación para atender a las demandas, lo que contrasta con una política pública que ha fallado en dar respuestas desde una perspectiva intersectorial, que sin duda requiere de una voluntad y esfuerzo de movilización mucho mayor.
En 100 chilenos constatamos que cuando la invitación es atractiva las personas participan, les gusta hacerlo y encuentran sentido a contribuir en la resolución de los problemas que los afectan; ¿quién mejor que los propios sujetos de la política pueden dar orientaciones clave para el diseño de soluciones a sus problemas? Esta experiencia refuerza el horizonte que debe tener hoy la política pública, donde la solución concreta a problemas complejos debe tener entre sus ejes la inclusión de la perspectiva del usuario.
No podemos desconocer que de la mano con la reconstrucción de nuestra democracia también se avanzó en generar espacios de participación, y que son parte importante de nuestra institucionalidad. Sin embargo, la experiencia de 100 chilenos nos demuestra que podemos dar un paso mucho más allá, si generamos metodologías que superen la visión de una participación “asambleísta” que la mayoría de las veces se limita a cumplir con indicadores.
Una participación real apunta a considerar que los servicios públicos son “co-producidos” por todos los actores que están involucrados (LIP UC, 2017). En 100 Chilenos nos preguntamos ¿qué pasa cuando se logran los resultados concretos y además existe una correcta implementación? La respuesta es que surge la confianza: “la empatía con los usuarios y el involucramiento de éstos con el servicio tienen como base la confianza, y de ellos dependería el éxito de la política pública” (100 Chilenos: una experiencia para volver a confiar).
Entender la participación de manera profunda ayuda a resolver los problemas “malvados”, encontrar soluciones desde la base (“bottom-up”), desde quienes “padecen” los problemas, complementa la mirada desde arriba de los “expertos”, entregando respuestas mejores y más pertinentes que alimentan la confianza de sus ciudadanos. De esta manera, la participación y la confianza toman un lugar central en el desarrollo del país y la legitimidad de nuestras instituciones.