Por Pablo Villoch. Fundador de Glocalminds.
La semana pasada me encontré con una amiga en un café literario en un céntrico parque de la capital. Nuestra conversación fue interrumpida en dos ocasiones por un abrupto “Shhhhhhh!” que pronunciaba la guardia de la entrada con el ceño fruncido. Salí preguntándome… ¿por qué lo llaman café si no permiten conversar?
¿Dónde suceden las conversaciones que nos importan? ¿Qué influencia tienen los lugares sobre nuestras conversaciones? ¿Qué importancia tienen los espacios donde conversamos? ¿Y si prestáramos mayor atención al modo y lugar dónde conversamos?
Por mi trabajo como facilitador de procesos, con frecuencia me muevo por distintos espacios para abrir, presenciar y acompañar todo tipo de conversaciones. Tras años de práctica, he observado que no da lo mismo el espacio donde ocurren los encuentros. El lugar importa. Luminosidad, color, aroma, temperatura, humedad, los sonidos de fondo, la configuración de las sillas y mesas… pueden ser ingredientes clave para el éxito de una reunión.
A menudo, empresas e instituciones eligen lugares para sus reuniones por criterios tales como precio, cercanía o accesibilidad. Pero pocas veces se preguntan ¿es este lugar el más adecuado para sostener las conversaciones que necesitamos en este momento?
Gran parte de la oferta de salones de los hoteles y centros de eventos consiste en lugares sombríos, frecuentemente subterráneos, sin luz natural, alfombrados, condiciones que no contribuyen especialmente a conversaciones significativas, creativas e inspiradoras. Con frecuencia el encargado de eventos me pregunta: -¿Desea las sillas en formato clase o en forma de U? Mi respuesta generalmente sorprende y a veces incomoda: -Las sillas en círculo, por favor, sin mesas.
Los seminarios y conferencias que buscan proponer temáticas innovadoras con formatos tradicionales donde unos pocos -expertos, gurús o autoridades- iluminados por la luz de los focos hablan en el escenario y una audiencia sentada en la oscuridad escucha – o se duerme de aburrimiento, o tuitea- parecen querer jugar un juego nuevo con reglas antiguas. Necesitamos evolucionar en la forma en que conversamos. Hoy día existen modos de facilitar encuentros que permiten liberar la inteligencia colectiva, inspirar a los participantes y lograr que sus ojos brillen al final de la jornada.
Existen distintos tipos de conversaciones. Conversaciones significativas, profundas, reflexivas, livianas, difíciles, cordiales… Hay conversaciones convergentes, y divergentes, conversaciones sobre lo emergente, conversaciones creativas y conversaciones estratégicas, conversaciones de futuro y de pasado, conversaciones de coordinación de acciones, conversaciones sobre otras conversaciones, conversaciones públicas y privadas, unas participativas y transparentes, otras íntimas y confidenciales, conversaciones apreciativas y otras generativas… ¿Será que todas necesitan un mismo tipo espacio?
El arte del diseño conversacional busca generar condiciones que favorezcan el cumplimiento del propósito de cada conversación. Algunas esperan llegar a un acuerdo, otras tal vez solo busquen comprometer con un proyecto, inspirar una causa, reflexionar sobre una experiencia pasada o construir una visión compartida. ¿Cómo diseñar espacios idóneos para las conversaciones que cada grupo necesita? Cuidar los detalles tangibles (la ambientación, las sillas…) e intangibles (emocionalidad, intención,…) puede definitivamente marcar la diferencia.
Pablo Villoch
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