Esta vez madrugamos. Eran las 6:30 am y ya estábamos tomando desayuno. A eso de las 7:15 emprendimos ruta hacia el Cajón del Maipo, fueron dos horas y un poco más hasta el lugar donde dejamos el auto, pero el camino era tan lindo que esos 120 minutos se sintieron como un pestañeo. Pienso en lo raro que ha sido este invierno, en otros años por estas fechas hubiese sido imposible andar en auto por la cantidad de nieve, pero ahora el calentamiento global queda evidenciado con la poca nieve que vemos. De hecho, este paseo coincidió con el estudio de la ONU que advierte que quedan cero años para evitar un cambio climático peligroso.
Hacían unos 4°C y si bien al principio el frío se sentía mucho, al ponernos a caminar, fue desapareciendo. El viento de Los Andes pega en la cara y devuelve vida. Pienso en lo lindo que es madrugar para estar aquí. En este lugar las montañas te comen, eso devuelve conciencia de nuestra pequeñez. En este trekking, la naturaleza habla por sí sola. El silencio invita a reflexionar: “Qué bien hace escapar de la rutina, confiar en el guía y entregarse a un camino nuevo y desconocido, que no sabemos de qué manera nos sorprenderá”.
Me daban ganas de quedarme ahí para siempre. Observando montañas, animales, ecosistemas, cadillos que se esparcen gracias a sus semillas. Aquí solo pude pensar en lo perfecta que es la naturaleza. Las montañas son tan fuertes, viven aluviones, aguantan los terremotos, las nevadas y las épocas más secas. La montaña alberga vida y yo en este lugar solo quería confiarle la mía.
Este sendero maravilla en cada nuevo paso. Para los que amamos la fotografía se nos hace imposible no parar en cada lugar.
Cuando ya llevábamos alrededor de una hora de caminata pudimos bajar cerca del río y caminar en una especie de glaciar. El sonido del viento mezclado con el del agua en movimiento me relajaba. Miraba hacia arriba y podía sentir la inmensidad del mundo reflejada en una pared rocosa. Este lugar me tenía sin palabras.
¡Seguimos ruta! Ahora nos tocaba cruzar un río. El contacto con el agua helada me durmió los pies, pero despertó algo en mí que me hacía sonreír. El paisaje ahora era todavía mejor, de no creerlo. Teníamos la cara sur del imponente Volcán San José frente a nosotros.
Caminamos un poco más cerca de él y ahora, además, teníamos encima nuestro al glaciar Nieves Negras. Este lugar supera la ficción. La tranquilidad del ambiente tranquiliza nuestra respiración y sentimos que ganamos millones de años de vida.
Aquí nos instalamos a almorzar con una vista privilegiada al volcán y al glaciar. Las Majadas se luce con unos sándwich de primera, unas barritas de cereal con chocolate que devuelven energía, brownies, fruta y botellas de agua, que después quedaron de regalo para nosotros. Un almuerzo perfecto en un lugar indescriptible.
Entre ida y vuelta este trekking nos invita a caminar 14 kilómetros. Para mi gusto, un sendero sin mucha pendiente, pero sí con algunas partes que pueden ser más difíciles para un niño o una persona que no acostumbra a hacer trekking.
Recomendaciones:
- Llevar crocs para cruzar el río
- Bloqueador solar (el sol pega mucho)
- Anteojos de sol
- Traje de baño (por si les toca mucho calor, puede ser entretenido bañarse en el río)
- Cámara de fotos